July 11, 2008

Bailando con mis demonios

Ayer fue un día raro. Memorable por ponerlo de alguna manera. Tal vez haya sido un día decisivo.
De pronto sentí cómo las luces perdían vida, la música se volvía cada vez más lenta, tentadora, y los miré a los ojos. Relucientes de ira y ansiedad. Algunos de ellos eran menudos, de aspecto débil; otros eran más intimidantes, como si con su simple presencia pudieran reducirme a cenizas.

El primero en tomar mi mano y mostrarse un poco menos amedrentador era el más grande ellos; un demonio robusto y de semblante duro, no tan atemorizante como el que me miraba desde atrás, pero con un aura de peligro al rededor.
Me tomó fuertemente por la cintura mientras yo cerraba los ojos y olía una mota de algodón bañada en abundante alcohol para refugiarme en una deliciosa e imaginaria inconsciencia. Temblaba hasta el tuétano. Él se esfumó para cuando abrí los ojos. No sé si volverá.

El segundo... tuve más tiempo para prepararme para éste. Además, era el más escuálido de ellos. Se me antojaba casi insignificante. Bailé con él, al principio él me llevaba pero no tardaron en invertirse los papeles. Giré, me contoneé, incluso sonreí un poco. Al final un leve murmullo se había vuelto carcajadas. Terminé disfrutándolo.

El tercero de ellos emergió de las sombras. Cruzando la imperceptible frontera de la existencia. Se me acercó con los ojos clavados en los míos. No los apartó ni un instante. Dolía. Tampoco me dirigió palabra alguna y, sin embargo, supe exactamente lo que me quería decir.

Jamás me tendió una mano ni hizo un ademán de buscar mi compañía pero ambos nos dirigimos a la pista, temiendo lo que nos esperaba. Nunca nos tocamos, no hubo ni el más mínimo roce entre nosotros. Mantenía receloso su distancia y yo lo agradecía profundamente.
Terminó la música y seguimos sin movernos. Él no se despidió, me observaba fijamente mientras yo me marchaba.
Despertó conmigo y sigue a mi lado. No sé si hablarle o ignorarlo.

El último no era un demonio más bien pareció ser una hebra destejiéndose del alma que, perdida y sola, prefirió entregarse a la música y resguardarse en mis brazos. Sé que debería remendarla y devolverla a su hogar pero estoy muy cómoda sintiendo su sedosidad mientras resbala entre mis dedos.

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