January 06, 2010

Mirar

Escribí una carta e hice de mis anhelos un hilo para que una orbe morada la llevara hasta ahí, a donde mis sueños serían leídos para que tres hombres ataviados con coronas y capas, o uno de larga barba blanca con olor a nube, o una bola expansiva de gas, o una mujer de tres ojos y seis brazos o, quizá, todos ellos, uniendo fuerzas sólo para mí, se encargaran de concedérmelos. Y mi más grande anhelo era él. Era el ardor de sus brazos y la urgencia de sus labios. Las promesas que duermen en sus ojos y la liquidez congelada en sus sentimientos. Pero no llegaron, O no aún. ...tal vez la entrega lleve su tiempo, tal vez el paquete se perdió en una aduana del pasado pero yo recibí algo más a cambio. Algo completamente inesperado. Recibí el ardor de tus pasos por mi mente y la urgencia de mi lengua por tus labios, tus senderos. Me regalaron también las promesas fantásticas de un apasionado encuentro en un universo paralelo y la liquidez aletargada en nuestra carne.

Y con un dedo recorro lentamente el borde del listón que adorna tu exterior mientras de tu mano gira mi mente una vez más en un waltz de deliciosa confusión, a contrapunto con nuestro existir. Me detengo un instante para contemplar tu envoltura pero tus ojos me urgen a continuar y entonces, desgarrando la última tira de imaginario papel, desnudo vorazmente mi nueva obsesión.

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