January 07, 2010

Ribbed

Comenzaste deambulando, sigiloso, por mi mente. Tus pasos, suaves pero determinados, dejaban huellas de añil azul en mi lóbulo prefrontal.

Y poco a poco te fuiste adentrando; dando de repente tímidos pincelazos en el virgen lienzo que hasta ayer permanecí.
Los pincelazos se tornaron brochazos cada vez más audaces: algunos de rojo erotismo; otros de un salvaje y territorial naranja oxidado, casi animal; con un negro avejentado revestiste mis rincones para impregnarlos de ti. Y así, entre óleos y texturas, obligas al lienzo a expandirse para ti, para hacer de tu brocha el conquistador de un espacio que, por momentos, se sigue tiñendo de mares y soles.

Tu líquido carbón resbala por mi cuello. No. Lo hace por dentro, por mi garganta.
De pronto, te siento plantarte en mi clavícula. Dibujas una estrella. En menos de un suspiro la vuelves una constelación, me regalas tus lunares.
Y escurren unas cuantas gotas por mi esternón. Dudas. Te sitias. Te aprisionas.


Y el carbón líquido se derrama.

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