Aún estás

Y es que, a veces, aún puedo escuchar tu voz.
Es raro lo que me pasa pues bien sé que así había de ser. Que lo que perdí jamás fue remotamente equiparable a lo que gané; que de no haber cerrado de tajo aquel libro, esta historia de aventuras y pasiones, poesías, promesas e ilusiones que hoy con tan ferviente anhelo escribo jamás habría visto la luz. Que hoy despiertan en mí sueños que jamás imaginé ver proyectados en mis párpados ni en mi alma. Que palabras ayer temidas e incluso aberrantes hoy se vuelven metas, planes y deseos embriagantes. Y, sin embargo, hay momentos como este en que recuerdo que aún es tuya esa canción, que no éramos sólo aquello que no pudo ser, que hubo tormentas en que bastaban una palabra y un breve abrazo para hacerme sonreír; y es entonces, cuando sé que aún estás en una ínfima pero real parte de mí, que aquella canción seguirá secuestrada un tiempo más, que me hace falta el llanto a través del teléfono (el tuyo y el mío). Son horas como esta en las que extraño de ti a mi amigo.