June 03, 2008

Patético cliché

Es inútil que pretenda negar lo evidente: soy miembro honorario del club de enamoradizas idealistas e incurables. De esas enamoradizas que, para colmo propio, persiguen seres fantásticos.

Nunca lo he conocido, ni sé su nombre o dónde vive pero sé que tiene el hábito de vagabundear por mi mente, despreocupado mas sin relajar jamás su elegante postura. Su cabello es color azabache; largo, aunque no demasiado y se ondula levemente y con suavidad sobre su rostro. Su tez es lúgubremente pálida y enmarca unos ojos cuyo color aún no decido; se me antojan de un negro tan brillante que el más fino satín envidiaría o de un obscuro esmeralda, con una seductora profundidad, intrigante y mordaz. Sus cejas pobladas, más angulares que arqueadas, disponen un perfecto contraste con su desvaída piel.
La recta nariz es pronunciada sin caer en el extremo de la proporción y sus labios parecen haber sido dibujados por el más talentoso artista, matizando sus ángulos y tonos irresistibles y abriendo paso a unos dientes relucientes y perfectos, con un intimidante detalle, posiblemente letal pero totalmente magnético: Unos filosos aunque no muy largos colmillos que ansío con vehemencia sentir hundirse en mi piel.

Su cuerpo es delgado pero musculoso, como un ensayo de anatomía hecho por el Sol y la Luna, con cada valle, colina y sendero justo en el lugar apropiado. Da la impresión de ser un tributo a la perfección masculina en sólido marfil. Las líneas de su quijada son asombrosamente rectas.

El interior es igualmente atractivo; con una madruez, experiencia, cultura y sabiduría que sólo la eternidad pueden proporcionar. La inteligencia y el ingenio no le dan la espalda. Tiene la voz de un Bassbariton Italiano o Alemán, el alma de poeta y las manos de músico. Su mente me evoca a la de un filósofo existencialista y su forma de mirarme a la de un lobo hambriento. Conserva aún la galantería habitual de antaño pero en sus pasiones desata los instintos más primitivos, salvajes y placenteros de ambos.

Me pide que lo encuentre a pesar de saber que mi búsqueda será mucho menos que fructífera y, aún así, me aferro; plenamente consciente de que busco a una criatura que, según mi precognición, sólo existe en un cuento aletargado, esperando a ser escrito por mí.


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