Y la mar, obscura cual fauces de lobo, se turba y rompe en incongruentes olas que ya se besan los labios, ya se revientan las caras. Y yo, límpida e inerme, yazgo en sus regazos a merced de la indecisa corriente.
Mas no me arrastra, ni el púrpura del mar se resuelve a engullirme.
La sangre y la saliva se derraman sobre mí, profanándo mi limpidez. Los poros se me alebrestan para acoger, gustosos, los fluídos. Pero mi cuerpo, antes inerme, finge haberse vuelto impermeable. Mi máscara se hermetiza.
Y sólo un par de ojos vidriosos reciben la sangre y la saliva sobre sí.
January 21, 2010
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