Hay palabras a las que inherentemente tememos. Hay palabras con fecha de caducidad. Palabras que son vomitadas en los momentos más inesperados y palabras que tardan eternidades en llegar.
Hay gracias innecesarias y gracias que no hay por qué dar. Gracias aletargadas en sonrisas y en suspiros y otras que ni siquiera hay que esperar.
Hay perdones que expiran y perdones que nos expían. También hay otros que se nos forman, inaudibles, en las corneas hasta obligarlas a escurrir.
Y hay también coleccionistas de palabras.
Yo las colecciono por necesidad; por adicción: Me gusta sentirlas con la punta de mis dedos; de mi lengua.
Me gusta girarlas en mi mente; deprisa, despacio, deprisa , más deprisa hasta que pierden claridad.
Tengo palabras cortas y palabras largas, palabras vulgares y elegantes. Las tengo cuerdas, también insanas; palabras reales e inventadas. Tengo palabras que se pronuncian con sonrisas y tengo palabras que me hacen atragantar. Palabras calladas por miedos latentes y palabras latentes con miedo a la obscuridad. Palabras que ríen mientras se dicen en sueños pero que, cual secretos, huyen de la luz, de la "realidad". Tengo palabras que son preguntas y respuestas a palabras sin preguntar. Palabras olvidadas y palabras que no sabía que aún puedo recordar.
Y tengo tantas y tantas palabras que hoy no sé cuáles voy a usar.
May 09, 2010
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